Despierta mi mente
y te haré volar alto.

14 oct 2013

Reflejos.

Hola, abuela. 
He vuelto a escribirte porque ya no sé qué puedo hacer. No confío en nadie, absolutamente nadie... Tan solo confiaba en ti, ¿sabes? Y tú ya no estás...
Siempre me quedará el poder escribirte, que no es poco, porque sé que vas a estar ahí para escucharme, a pesar de la barrera que nos separa. La barrera entre el sí y el no, el hoy y el ayer, la vida y la muerte. 

Intento culpar a cualquiera de todo lo malo que me pasa para intentar, al menos, no sentirme tan mal conmigo misma. Pero hace tiempo que, con dolor, descubrí que la única culpable soy yo. 
Sinceramente, no sé en qué momento empecé a adentrarme en toda esta mierda. Tal vez fue cuando comencé a odiarme. O quizás cuando sentí que el frío me arrancaba la piel, haciéndose un hueco por aquí dentro, y luego volvía a dejar mi piel en su correspondiente lugar..., pero no era lo mismo. O, a lo mejor, cuando oí las voces por primera vez. Ya sabes, ese sonido incesante y atormentante que me recuerda que no estoy sola. 
Debo confesarte que tengo miedo. Y ellas se alimentan de mi miedo, y no dejan de aumentar y aumentar hasta que no me dan espacio para nada más. Me repiten una y otra vez que no se van a ir, que ellas no me van a dejar... Y yo solo quiero que cesen, que se callen y me permitan vivir tranquila. 
¿Qué debo hacer, abuela? ¿Qué se supone que debo hacer cuando me he bebido hasta la última gota de estabilidad que me quedaba? 
Lo único que sé es que estoy cayendo... Me estoy hundiendo y no puedo hacer nada para evitarlo. 
En cualquier momento voy a tocar fondo porque llevo demasiado tiempo dentro de este pozo. Confío en que puedas sacarme de ahí abajo, porque se me han agotado los comodines para volver a subir y cuánto más cerca estoy del abismo, más alto y mejor se las oye. Y te juro que ya no puedo más...
Espero que me entiendas. O mejor será que no lo hagas, porque si lo haces es que a ti tampoco te ha ido bien.

Gracias...